Forman parte de la nueva generación que impulsa el vino argentino en el mundo. Ganan premios y son reconocidos por la prensa internacional por sus innovaciones.
La nueva generación de enólogos ronda los 30 años y comienza a incursionar en el mundo del vino, cuando éste pisaba fuerte en los mercados internacionales, hace 7 años.
Ellos son los que impulsan el nuevo estilo de los vinos argentinos. En la punta del iceberg se encuentran Marcelo Pelleritti, enólogo de bodega Monteviejo y Alejandro Vigil de Catena Zapata, siendo ellos los precursores de esta generación.
A estos, le siguen grandes hacedores como Ignacio López -Bodega Etchart-, Juan Pablo Michelini -Zorzal Wines-, Marcos Fernández -Finca Decero-, Matthieu Grassin -Alta Vista-, Germán Masera –Noemia-, Matías Riccitelli -Matías Riccitelli, Mr & Mr SA- y Sebastian Zuccardi (Familia Zuccardi).
La banda coincide en que el vino no es solo para expertos y proponen desmitificarlo.
Afirman que su reto es mostrarle al mundo que Argentina no es solo Malbec.
Se muestran asombrados y entusiastas por conquistar los nuevos paladares.
Aseguran que éstos son cada vez más exigentes y buscan en cada botella vivir experiencias nuevas.
Ignacio López trabaja en Bodega Etchart desde 1999.
Primero comenzó como operario, hasta que en el 2004 ocupó el cargo de enología.
En sus inicios hizo trabajos de remontajes y paleando orujo.
Según cuenta, “tuve que pagar el derecho de piso haciendo lo que nadie quería hacer”.
Fue en aquel momento cuando decidió convertirse en enólogo.
Antes de llegar a Cafayate pasó por Trivento y Zuccardi. Para López, el futuro de la vitivinicultura argentina pasa por el “over delivering” en todos los aspectos.
Asegura que el país está entregando mayor calidad de vino, de lo que los consumidores están acostumbrados a recibir.
Por otro lado, el acercamiento de Juan Pablo Michelini a la vitivinicultura, quien trabaja enZorzal Wines, fue 100% influencia familiar.
Primero fue su padre quien lo guió sabiamente y más tarde, su hermano Matías, quien desde chico lo acercó a las bodegas en las que trabajó.
Michelini realizó vendimias en California, Sonoma (St. Francis Winery & Vineyards), Francia, Pomerol (Chateau Le Bon Pasteur) y España, Ribera del Duero (Bodega Aalto). Antes de llegar al Zorzal pasó por Doña Paula, Finca El Recreo y El Esteco (Cafayate) y Wine Valley (Cavas de Millán).
En su opinión la clave de la vitivinicultura argentina está en respetar el terroir.
El destino de Marcos Fernández, de Finca Decero, surge como resultado de un secreto entre él y su padrino, quien le hacía probar pequeñas cantidades de vino a escondidas de sus padres.
La cantidad de soda fue disminuyendo con el pasar de los años.
“Hoy cada vez que tengo mucha sed, me preparo un buen sodeado, e inmediatamente recuerdo esos mágicos momentos junto a mi padrino”.
A su vez, el padre de Marcos trabajó en la industria como proveedor de insumos para las bodegas.
“Era muy divertido jugar entre lagares y piletas”, asegura Fernández.
Debido a su acercamiento al vino, decidió realizar sus estudios en el colegio técnico Liceo Agrícola y Enológico D.F. Sarmiento de la UNCuyo.
Al finalizar hizo las pasantías en Bodega y Viñedos Norton.
“En ese momento mi sueño era estudiar medicina, pero algo mágico sucedió y las prácticas que supuestamente eran de dos semanas y cuatro horas por día se convirtieron en dos meses y más de 12 horas por día de trabajo duro, pero muy gratificante y apasionado”.
Allí, conoció a su gran influencia, mentor y primer maestro en esta profesión, Jorge Riccitelli, con quien hizo dos vendimias.
Otra gran influencia fue Paul Hobbs con quien realizó cinco vendimias en California USA y una en Mendoza en Viña Cobos: años en los que estuvo en contacto con los mejores viñedos de Napa Valley, Russian River y Sonoma Coast.
Para Fernández la clave de la vitivinicultura argentina está en contar con una sustentabilidad a largo plazo.
“Ésta se dará en base a la comunicación con los consumidores, compradores y prensa nacional e internacional acerca de la diversidad que tiene Argentina, tanto en sub regiones, como climáticas y edafológicas de cada terroir y de varietales”.
En algún punto la historia de Marcos Fernández y Matthieu Grassin tienen un parecido.
Grassin trabaja como gerente de Producción y Enólogo en Bodega Alta Vista.
Nacido en el oeste de Francia, Valle del Loira, Angers, cuenta que su tío Maurice es fanático del vino y tiene una cava impresionante, pero solo los conocedores tenían permiso de acceder.
Así es como en su adolescencia, impulsado por su tío, tomó su primer vino, 90% agua y 10% vino.
A medida que pasaba el tiempo cambiaba la proporción.
Un día le dijo que el día que tomara 100% de vino podría bajar a su cava.
“Al conocerla finalmente, pude apreciar esos ejemplares y le prometí que un día pondría un vino mío allí”.
Con tan solo 16 años comenzó a realizar vendimias en bodegas cercanas.
Obtuvo un master en viticultura y enología en su país y vino a Mendoza para realizar su tesis.
“Han pasado 12 años y sigo acá.
Me enamoré de Mendoza y sus vinos”, confiesa Matthieu.
Según Grassin, el motor de crecimiento y la clave del éxito de la vitivinicultura argentina radica en la excelente relación calidad/precio de los vinos.
Por otra parte el Malbec permite producir vinos de calidad que se adaptan al gusto de la mayoría de los mercados.
Por otro lado, Germán Masera, habiendo pasado por Viña Cobos, Terrazas de Los Andes, Santa Carolina, hoy se encuentra trabajando como segundo enólogo en la tierra de los sueños, Bodega Noemia, Patagonia.
Allí asiste al enólogo principal y dueño del establecimiento, Hans Vinding Diers.
Su inclinación a la vitivinicultura se dio por su gusto por la naturaleza, aire libre y fenómenos naturales.
Masera considera que el éxito de Argentina radica en mantener y hacer crecer la calidad de los vinos, hablar en profundidad de nuestros terruños e ir adaptando nuestros estilos a las nuevas tendencias mundiales de los consumidores.
Matías Riccitelli, propietario de Matías Riccitelli – Mr & Mr SA y Winemaker de Fabre Montmayou, estuvo involucrado en el mundo de la enología desde chico.
No solo por su padre, Jorge Riccitelli, sino también por sus amigos.
Vivía en Cafayate donde todos allá trabajaban en las dos bodegas más importantes.
Antes de empezar a estudiar, a los 16 años, hizo vendimias junto a su padre en Norton.
“Allí aprendí que la enología no es para gente con miedo”, asegura Riccitelli.
Para él, el éxito de la vitivinicultura está en tratar de ser reconocidos no solo por ser los mejores productores de Malbec sino también por las innumerables variedades que tienen gran potencial enológico en estas tierras.
Y concluyó: “Es nuestro reto seguir involucrados en la industria, continuar investigando e innovando para dar a conocer el potencial de Argentina”.
Sebastián Zuccardi (Bodega Zuccardi), al igual que Riccitelli, tiene el sello familiar.
Comenzó en 1999 con su proyecto propio, Alma 4.
En ese entonces, Bodega Zuccardi no hacía espumantes.
Según cuenta, “en casa el vino se tomaba, se hablaba y se respiraba vino.
Es difícil elegir otro camino cuando uno ve la pasión y el compromiso que esto genera”.
Sostiene que Argentina tiene historia y raíces propias, otorgándole un plus diferente al resto de los países del nuevo mundo.
“Es nuestro desafío trabajar pararesaltar nuestra identidad, pensando más en el terroir que en las variedades”, concluyó Zuccardi.
Fuente: WineSur.com